Dibujo del ilustrador americano Norman Rockwell
Esta entrada va a ser bastante empalagosa, abstenerse los no amantes de siropes, chantillies, cremas pasteleras y garnaches, almíbares, chocolates y cualesquiera otros ingredientes que harían frotarse las manos a dietistas y dentistas por el aumento inminente de la clientela. Hemos entrado en un pegajoso y dulce terreno y corréis el riesgo de quedaros pegados a la pantalla.
El motivo son dos confiterías de las que os voy a hablar, muy diferentes la una de la otra. La primera en mención lleva activa en Andalucía desde el siglo XIX, y se encuentra en la localidad serrana de Aracena, en la provincia de Huelva. Os hablo de la Confitería Rufino, especializada en dulces de yema y almendras, aunque personalmente estoy enganchada a sus riquísimos merengues. Se encuentra situada en pleno centro de la villa, justo en la Avenida de la Constitución.
Este establecimiento es muy especial, traspasar sus puertas es como un viaje en el tiempo, pues aún conservan las antiguas vitrinas de madera blanca y cristal originales y sus paredes están llenas de cuadros donde se enmarcan fotos, facturas y albaranes de hace ya dos siglos. El trasiego de personas los fines de semana, tanto locales como gente de otras provincias andaluzas, es increíble, así que no os extrañe nada tener que esperar un buen rato hasta que llegue vuestro turno, pero merece la pena después de ver las imágenes, ¿no es cierto?
Entre sus vitrinas podréis encontrar todo tipo de dulces y tartas a base de yema, como los famosos tocinos de cielo; también productos típicos de la Navidad o la Semana Santa, como los turrones elaborados artesanalmente, realmente exquisitos, doy fe, o los pestiños, piñonates y chocolates.
La segunda de las confiterías lleva poco más de un año asentada en la ciudad de Sevilla y tiene un signo muy distinto, al más puro estilo francés, se trata de la Pâtisserie & Boulangerie Colette. Hace tan solo unos días me acerqué por allí por primera vez y me quedé prendada de sus auténticas baguettes francesas, esponjosas por dentro y crujientes por fuera, que tanto echa de menos mi madre. También tenían los famosos éclairs y macarons de varios sabores, riquísimas tartaletas y quiches, tanto saladas como dulces, y por supuesto, no podían faltar los auténticos croissants de hojaldre.
Se me hizo complicado elegir un pastelillo que llevarme a la boca mientras hacía tiempo, pues la presentación es inmejorable y todo entra por los ojos. Finalmente me decidí por uno que combinaba hojaldre y chocolate, todo un clásico. Para los que os queráis acercar por allí, comentaros que se encuentra en el Barrio de los Remedios, concretamente en el número 34 de la calle Virgen de Luján.
La única pega que le pongo a los dos establecimientos que acabo de mencionar, es que no funcionan como cafetería y no pueda uno tomar allí relajamente un café o infusión con un dulce. Aunque es bueno saber, que todas las cafeterías de Aracena que no ofrecen pasteles, admiten que vayas a tomar los rufinescos manjares.
Y después de esta profusión de azúcares y mantecas, tengo que confesar que hice mis primeros pinitos en casa en esa moda de los cupcakes que inunda los escaparates de medio globo terráqueo. No he podido resistirme a la tentación, desde que la pastelería de Nueva York, Magnolia Bakery, se hiciera tan famosa tras salir en la serie "Sex and the City", el mundo parece haberse vuelto loco con estos pastelitos. La verdad es que me parecen muy vistosos y llenos de coloridos, así que me aventuré a hacerlos yo misma, eligiendo para ello una receta de masa con plátano y canela, y para el frosting que los decora, una mezcla de mantequilla y queso crema, para no hacerla tan pesada, pues tradicionalmente es 100% a base de mantequilla. Para ser la primera vez no estuvo mal la cosa en cuanto al sabor, aunque distan mucho de parecerse a las cucadas de Magnolia Bakery, creo que me faltó más consistencia en la crema de remate, pero habrá más ensayos. Ahora dejo que los expertos me juzguen y yo me voy con mi dulce música a otra parte.
Portishead - It could be sweet
Portishead es uno de los grupos emblemáticos del llamado sonido Bristol de los 90 en UK, su primer disco "Dummy", lanzado en 1994, fue toda una celebración en todos los ámbitos musicales. Han pasado ya más de 15 años y sigue siendo un trabajo maravilloso por el que no pasa el tiempo, con la inconfundible y hermosa voz de Beth Gibson y una instrumentación impecable. Precisamente el título de la entrada es parte de este fantástico trabajo. Después de esto, quizás sobra decir que es uno de mis grupos favoritos.