Ya he reiterado en muchas entradas mi pasión por el país vecino, desde las más recientes sobre el Algarve, pasando por las de Lisboa, y aquellos relatos de hace ya tres años, el tiempo pasa inexorablemente, del viaje que hice por todo el norte de Portugal explorando las orillas de los ríos Miño y Duero. En esta ocasión le toca el turno al Alentejo, la parte menos explorada, en mi caso, de mi adorada Portugal. Una pequeña escapada de fin de semana a su parte sur (Baixo Alentejo), me ha dado la oportunidad de mostraros unos cuantos apuntes interesantes. Allá voy en modo Delikat excesiva con cientos de enlaces para hacer clic.
A poco que pasemos la frontera natural del Guadiana en Ayamonte y encaminemos nuestros pasos hacía el norte, nos adentraremos en la comarca de Beja, llegando en menos de una hora a la preciosa localidad de Mértola. En ella el pasado árabe, con su dominante castillo y sus estrellas callejuelas, es más que evidente, a pesar de que muchos otros pueblos pasaron anteriormente por aquí: los fenicios que la fundaron, utilizándola como puerto fluvial, cartagineses, romanos e incluso bizantinos... Un dato significativo es que su iglesia principal fue en el pasado una mezquita y aún conserva mucho de su planta y características, y que en esta localidad podemos encontrar una de las mejores colecciones de arte islámico portugués.
Al viajero le recomiendo calzado cómodo, las cuestas empedradas no son moco de pavo, y ganas de pasear y perderse por las laberínticas calles de la villa; salir a extramuros y ver las vistas del castillo desde ambas orillas del Guadiana que fluye a sus pies, e incluso convertirse en recolectores espontáneos de los espárragos silvestres que crecen en las laderas que bajan al río. Como estamos en la era de las prohibiciones absolutas, afortunados nuestros abuelos, puede que esté emplazándolos a ser unos delincuentes de tomo y lomo, pero en mi ignorancia desconozco si coger estas deliciosas yemas verdes es una falta grave... pero no me extrañaría nada.
A las afueras nos encontramos además con un precioso tesoro, el Convento de San Francisco, totalmente desacralizado en la actualidad. Fue adquirido por una peculiar familia holandesa, os resultará chocante pero así es, lo restauró y reside y trabaja en él, gestionando en sus dominios desde un huerto biológico, clases de gastronomía végana y meditación, y algo muy curioso, talleres de construcción de Earthship, que así muy brevemente os explico, que son casas construidas, principalmente a base de neumáticos rellenos de tierra, con la premisa de autogestionarse en su suministro de agua y luz, regulándose de forma natural su temperatura interior. La idea es original del arquitecto americano Michael Reynolds.
Uno de los miembros de esta curiosa familia es el artista e inventor Christiaan Zwanikken, en su web se denomina como artista biocinético, que cada cual tome sus propias conclusiones, pero básicamente utiliza elementos de su entorno, incluido esqueletos de animales, para crear esculturas en movimiento utilizando la ingeniería robótica.
Os aconsejo entrar en las webs del convento, del proyecto de Eartship y su arquitecto creador, y del artista holandés, para poder ver con más detenimiento todo esto que os cuento y evitarme una entrada tan indigesta como las gachas crudas.
Algunas de las esculturas de Christiaan Zwanikken
que fotografié en el Convento de San Francisco
Pero aún hay más, y es que toda entrada viajera no estaría completa sin un buen apunte gastronómico, y aquí tengo que reconocer que jugué con ventaja, pues conté con la estupenda recomendación de Cristina Olhapim, la gastro bloguera alentejana de olhapim.blogspot.com.es que sin dudarlo un segundo me recomendó el Restaurante O Brasileiro (Serro de São Luís), y aunque su nombre pueda llevar a confusión, es un lugar donde degustar la típica gastronomía de la región, basada sobre todo en carnes de caza (perdiz y jabalí principalmente). Allí pude probar las famosas migas alentejanas que nada tienen que ver con las migas patrias, pues se trata de una masa de pan que de lejos recuerda a la masa de croquetas lista para tomar forma; los deliciosos postres de origen árabe a base de almendra, como la sopa dorada; y los vinos de la zona, entre ellos el Herdade da Bombeira cuyas bodegas se encuentran en Mértola. Muy agradable el almuerzo aquí, no solo por la sencilla y buena cocina, sino también por lo agradable del lugar.
En el sentido de las aguas del reloj: estofado de jabalí,
migas alentejanas, sopa dorada
No podrán negarme amigos míos, que una escapadilla puede convertirse en toda una fuente de conocimiento y gozo para el intelecto y el estómago al unísono. Si el fin del mundo se posterga unos meses más, prometo volver a dar cuenta de alguna otra de estas pesquisas. Un placer.