Un año más he cogido mi maleta festivalera y he tirado para Barcelona para asistir al Primavera Sound,uno de mis festivales de música alternativa preferidos y de las citas más interesantes de este tipo de sonidos que en las últimas décadas han proliferado en nuestro país (aunque la crisis ya se ha llevado a más de uno por delante). El PS me gusta por varios motivos, en primer lugar por la selección de grupos que los organizadores con buen ojo cada año nos ofrecen, combinado viejas glorias con nuevos grupos que muchas veces conocemos precisamente en sus escenarios y que, con el transcurso del tiempo, han llegado a convertirse en todo un referente de la música (eso me sucedió en 2005 con los Arcade Fire). Este año el cartel ha sido de locura, más de 180 grupos repartidos en seis escenarios distintos en las instalaciones del Forum (punto negativo: te hacía ponerte en la difícil coyuntura de sacrificar algunas bandas cuando coincidían en el tiempo en distintos escenarios), pero si tuviera que poner un calificativo a esta edición, sin duda elegiría la de noventero.
La entrada al Forum Barcelona, lugar de celebración
del Primavera Sound con el Auditori a la derecha
Así es, la música de los años 90 ha sido una de las protagonistas del festival para regocijo y alegría de los que en esa década comenzábamos a elegir lo que queríamos escuchar y no lo que nos imponían desde los mass media, los que nos sentíamos raritos en el instituto o la universidad por escuchar esos grupos tan "extraños" para los demás y avanzábamos como almas hermanas por la vida precisamente por sentirnos unidos por esos, a nuestros oídos, maravillosos sonidos. A algunas de esas bandas no pudimos llegar a verlas entonces antes de su separación y extinción como grupo, pues nuestro escaso presupuesto de veinteañeros no nos lo permitía, pero ¡ah la vida es maravillosa y siempre da una segunda oportunidad!, y muchos de nosotros nos hemos sacado dos grandes espinas, ver a los Pavement y los Pixies en directo después de años sin reunirse para tocar en directo. Imposible describir con palabras, el viaje en el tiempo que experimenté cuando comenzaron los primeros acordes de guitarra de uno y otro grupo subidos en el escenario, me veía a mi misma subrayando apuntes mientras su música sonaba una y otra vez en mi habitación. No quiero dejarme atrás a uno de los protagonistas de esa década que también pasaron por el festival y que siguen incombustibles en activo hoy por hoy, nunca los seguí especialmente y tengo que confesar que en mi vida compré un disco de ellos, es más, me acerqué al escenario movida más por la curiosidad que por otra cosa, pero tengo que reconocer que al ver su espectáculo y su música en directo he caído rendida a sus pies, estoy hablando de los Pet Shop Boys.
Vista del escenario Ray-Ban con las Cocorosie actuando
Por supuesto que el cartel ha tenido más cosas a destacar, grupos formados muchos de ellos en pleno siglo XXI: los Beach House, The XX, Cocorosie, Junip, The Antlers, Moderat, Wilco, protagonistas de uno de los primeros post de este espacio; también los Grizzly Bear, cuya actuación fue una de las que más me gusto. Pero no quiero ser pesada y como este blog no es de crítica musical sino de meras sensaciones, ahí quedan los nombres de algunos grupos por si os decidís a indagar sobre ellos. Mientras suena una de mis canciones preferidas de los Pixies, que por supuesto tocaron en su actuación y bailé como una maldita, os sigo contando.
La segunda razón para adorar este festival es el lugar en el que se celebra, Barcelona. Soy una enamorada de la capital catalana, es una ciudad que me trasmite alegría, tiene luz y huele a mediterráneo profundamente. A ella acudí con la mochila cargada de las sabias recomendaciones de Arantxi de "Curry Curry que te pillo" que con su ruta de tapas por la Barceloneta me guió en un precioso y soleado día por el barrio, así como el tour de rincones singulares de la ciudad de Marta de "English in Barna". Además, como si fuéramos imanes, en el vuelo de ida Sevilla-Barcelona conocimos a todo un gastrónomo barcelonés, parte de una pandilla de amigos que gustan de hacer rutas y conocer nuevos lugares que luego uno de ellos relata en "El blog dels Morro Fi" . Nuestro simpático compañero de asiento nos hizo una magnífica guía con ilustraciones, sirviéndose de la bolsa de papel que para ciertas incontinencias ponen a nuestra disposición las "amables" compañías aéreas.... Preciado documento donde los haya que ya he pasado a mis archivos virtuales.
Gracias a estas fantásticas sugerencias, llegamos a un restaurante de cocina de mercado escondido en uno de los laterales del mercado de Sta. Caterina llamado "Casa Mari i Rufo", donde pasamos una divertida sobremesa por lo pintoresco no sólo del lugar, sino también de la pareja que gestiona el local y de su extraño hijo y camarero. Daría para escribir un libro la cantidad de anécdotas que allí vivimos, aparte de que todo estaba riquísimo, pero os apunto una que al día siguiente me hizo convertirme en toda una refranera de pro. Veréis, como tengo la costumbre de querer probar todo lo diferente o raro que en cada lugar del mundo se cuece en las ollas, con los riesgos que esto conlleva, pues al ver en la carta la palabra espardeñas no me pude contener y las pedimos, nos las sirvieron a la plancha y resultó ser un plato delicioso, yo las veía más de la familia de los calamares o sepias por su textura y sabor, y mis dos amigas de Barcelona que nos acompañaban tampoco las habían probado en su vida. No le di mucha importancia, ignorante de mí, cuando la Mari nos contaba que lo que habíamos comido era concretamente el órgano reproductor de la espardeña...
La Mari en plena faena
Mi suculento plato de stichopus regalis
Después de haber hecho la digestión de los bichejos, me puse a curiosear en google su aspecto y me encontré con esta imagen (hacer clic aquí). Por eso desde entonces sentencio: "ojos que no ven, estómago que no se resiente" y siempre me quedará la duda de qué tipo de homo, dudo entre el habilis o el sapiens, pensó al ver este equinodermo "uy esto tiene que estar bien rico a la plancha" y otro, le contesto inspirado "mejor echemos a la sartén esto que le cuelga". Menos mal que al día siguiente mi rutita por la Barceloneta me hizo olvidarme de todo...
Una mañana en la Barceloneta a ritmo de jazz
(atención al "descamisao" que cruza en plena grabación)