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Un volcán y unas sardinas


Toda isla que se precie tiene que tener un volcán, si además está vivito y coleando entonces pasamos a palabras mayores. Por eso, pensar en Sicilia y no tener en cuenta al Etna, un gigante de 3.322 metros de altitud y 1.190 Km² de área, es dejarse atrás gran parte de su espíritu, sobre todo el de su costa oriental con la ciudad de Catania y alrededores al frente, precisamente la zona más castigada por sus "rugidos" a lo largo de la historia. Imaginar tener al volcán más activo del mundo humeando a troche y moche en tu territorio, esto ha marcado sin lugar a dudas el carácter de este pueblo, en una historia de amor/odio, ni contigo ni sin ti, constante. 

Los sicilianos tienen una relación especial con él, pues es sinónimo de vida y muerte a la vez, y a pesar de los irreparables efectos de sus despertares, en sus fértiles laderas crecen los frutos más importantes de la gastronomía siciliana: viñas, pistachos, almendros, higueras....y no podemos obviar que es un atractivo turístico más que atrae al visitante de fuera. "Que Sta. Ágata nos proteja" y allá que sacan en procesión a su santa las gentes de Catania cada vez que el Etna tiembla, la última vez con asombrosos y positivos resultados. 




Ha visto pasar civilización tras civilización desde su imponente figura, no en vano se le calculan la escalofriante edad de 500.000 años. Los griegos consideraron sus entrañas las fraguas del dios Hefesto, así como la morada del monstruo Trifón, al que atribuían la causa de los temblores y la expulsión de lava. Tiene además el honor de que grandes como Homero, Platón o Virgilio lo han mencionado en sus textos. 

En 1669 rugió de tal manera que cambio la fisonomía de la isla y destruyó completamente Catania, una ciudad cuyo centro parece haber sido sacado de un cuento de Perrault, pues fue totalmente reconstruida en estilo barroco, utilizando piedra de lava en las fachadas de sus edificios. La combinación del negro ceniza y el dorado de los brocados y adornos, hacen un efecto óptico asombroso y onírico. Recomiendo sin duda esta ciudad como parada en un viaje por la isla, pues otro de sus atractivos es que es sede de la primera universidad de Sicilia y posea una vida nocturna muy alternativa y bohemia. 



Con todo esto, no podía pasar por la isla sin subir al Etna, y con esa premisa incorporé a mi equipaje unas zapatillas aptas para andar por terrenos distintos a la fina arena de la playa, y así lo hice. Hay varias formas de hacerlo pero la más habitual es entrar por el pueblecito de Nicolosi, en su ladera sur, llamado "la puerta al Etna". Conforme vas subiendo el paisaje se va transformando, como habréis visto todos los que ya hayáis estado o vivido en zonas volcánicas, pero aquí lo asombroso es lo reciente de muchas de las erupciones, lenguas de lava petrificadas donde no ha dado lugar a que vegetación alguna haya retomado el terreno; cráteres que hace pocos años que se abrieron en una gran explosión y que aún siguen calientes; y tengo que confesar que no dejar de ver salir grandes columnas de humo de la cima, produce ese extraño cosquilleo que se siente al tener un peligro cercano. 

Es una visita que recomiendo a todo el que pase por la isla, subir a los volcanes tiene cierto componente místico, es una forma de sentir la extraordinaria vida que late en el interior de este globo terráqueo en el que nos ha tocado vivir, porque si nos hubiera tocado Plutón no estaríamos aquí para contarlo...



Y mientras me dejo llevar por este misticismo y soy arrastrada por la lava del hermoso Etna, os dejo aquí otra receta de pasta que reúne varios de los productos más típicos de la isla: los piñones, las pasas y las sardinas, la pasta con le sarde. La probé en varias ocasiones durante mi estancia y es una combinación realmente exquisita, el único ingrediente más complicado de encontrar es el "hinojo salvaje", pero yo utilicé el hinojo de supermercado que veis en la imagen de abajo y os puedo asegurar que en sabor la receta no difiere en nada. Siempre que la pedí me la pusieron con tipos de pasta bastante grande, de ahí que yo haya escogido unos rigatoni tamaño XL. La receta está sacada del excelente blog italiano "La cucina de calycanthus", cuyas autoras han publicado ya varios libros sobre gastronomía regional italiana, entre ellos uno dedicado a Sicilia. Está adaptada en ingredientes para dos personas, así que solo hay que multiplicar si los comensales aumentan. No me podréis negar la pintaza que tiene mi plato. Que os aproveche si lo experimentáis. 



 
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