En esta frase, pronunciada en la película-documental "Ai Weiwei, Never Sorry", se encierra gran parte del espíritu de un hombre que ha transcendido su faceta de artista y se ha convertido, junto a otros intelectuales chinos, en símbolo de la resistencia de su país. Su expresión artística es vehículo de su admirable rebeldía y más que justificado inconformismo. Llevo unas semanas empapada del espíritu de Ai Weiwei, siguiendo su cuenta en Twitter y sintiendo gran curiosidad por conocer su trayectoria artística y personal, ésta última tengo que reconocer que es bastante atrayente. Todo comenzó cuando hace un par de semanas tuvimos la suerte en Sevilla de ser la primera ciudad en España donde Ai Weiwei ha expuesto parte de su obra. El lugar elegido para la exposición ha sido el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, situado en el antiguo monasterio cartujano que tantas veces ha servido de inspiración en este blog. Pienso que no puede haber mejor espacio para ello y cuentan, que fue el propio artista quien deseó que su obra estuviera expuesta aquí, donde los ecos de los rezos fueron sustituidos por el humo de las chimeneas de la fábrica de cerámica Pickman, un material que tanto utiliza él en su obra.
En este vídeo podréis ver la breve presentación que se le ha permitido
realizar desde su obligado encierro en su casa-taller
La exposición, denominada "Ai Weiwei, resistencia y tradición", podréis disfrutarla hasta el 23 de junio y aunque es reducida en cantidad de obra, es bastante significativa. De hecho parte de uno de sus trabajos más conocidos, Sunflower Seeds (2009), está presente, aunque verdaderamente no con la grandilocuencia con la que lo hizo en otoño de 2010 en la Tate Modern de Londres, donde más de 100 millones de pipas de porcelana, hechas y pintadas a mano por 1.600 artesanos chinos, fueron esparcidas en su gigantesca Sala de las Turbinas. Cada una de estas pipas es una pieza única, se tardó más de dos años y medio en confeccionarlas todas, y representan un contraste entre la producción artesanal del pasado y la de masas del presente. En el CAAC veréis una pequeña muestra en una de las naves laterales de la capilla del convento, separadas por una cristalera, con lo que tengo que reconocer que he echado en falta interactuar con ellas, poderlas pisar, tocar y esparcir como hicieron los visitantes a la Tate... Sí, sí, seguro que muchos habréis pensado que más de uno se debió de llevar un buen puñado de pipas a casa. Cierto, pero había varios kilos en reserva para cubrir bajas... todo bajo control.
1ª y 2ª imagen: gente pasándoselo pipa entre pipas en la Tate
3ª imagen: solitarias pipas cartujanas separadas por un cristal...
3ª imagen: solitarias pipas cartujanas separadas por un cristal...
Inmersión total en la figura del artista al coincidir la exposición con el estreno en España de la película "Ai Weiwei: Never Sorry", un
documental de Alison Klayman que obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival de
Sundance de 2012. La directora lo acompañó a lo largo de tres años, desde 2008 hasta la primavera de 2011, fecha en la que estuvo desaparecido durante 81 días sin dar señales de vida, retenido ilegalmente por el gobierno chino, hecho que tuvo una repercusión internacional de apoyo al artista inimaginable. Desde entonces permanece retenido en su casa.
El terremoto de Sichuan y sus trágicas consecuencias son el arranque de la película y nos sirve para vislumbrar la grandeza de Weiwei, que comienza a ser demasiado incómodo para el gobierno chino. Sin miedo alguno, fue recorriendo toda la zona afectada cámara en mano, denunciando la muerte de miles de escolares en la tragedia, poniendo en evidencia que las infraestructuras escolares eran pésimas e inadecuadas, "de tofu malo", como dicen unos padres rotos en el documental, y que la lista oficial de víctimas mortales era muy inferior a la realidad. De hecho, elaboró personalmente un censo de todos los niños y adolescentes fallecidos con el que empapeló parte de su estudio como protesta.
El terremoto de Sichuan y sus trágicas consecuencias son el arranque de la película y nos sirve para vislumbrar la grandeza de Weiwei, que comienza a ser demasiado incómodo para el gobierno chino. Sin miedo alguno, fue recorriendo toda la zona afectada cámara en mano, denunciando la muerte de miles de escolares en la tragedia, poniendo en evidencia que las infraestructuras escolares eran pésimas e inadecuadas, "de tofu malo", como dicen unos padres rotos en el documental, y que la lista oficial de víctimas mortales era muy inferior a la realidad. De hecho, elaboró personalmente un censo de todos los niños y adolescentes fallecidos con el que empapeló parte de su estudio como protesta.
Es imposible no quedar impactado por la figura de Weiwei, tan valiente y tan tierno al mismo tiempo. También me ha servido para conocer mejor a la sociedad china actual, para quitarme prejuicios y falsos tópicos acerca de esta cultura. Confieso que me emocioné en muchos momentos, como en el montaje de la exposición de su obra en el Haus der Kunst de Munich, donde explica el porqué ha forrado la fachada del edificio con cientos de mochilas colegiales, como homenaje a los niños muertos en el terremoto. Escrito en chino se puede leer "Vivió feliz en este mundo durante siete años".
Imagen de la fachada del Haus der Kunst de Múnich
Ai Weiwei es además un gran defensor de las redes sociales y blogs. Reconoce que son un maravilloso vehículo para que cualquier persona anónima pueda expresarse y contar lo que le apetezca, fantásticas herramientas de la libertad de expresión, algo de lo que su país carece. Es activísimo en Twitter, donde tuitea permanentemente fotos y comentarios, sin miedo, sin pelos en la lengua; también en su blog, antes de ser cerrado por el gobierno chino tras la denuncia de Sichuan, diariamente posteaba varias entradas. Todo esto se refleja estupendamente en el documental, son increíbles las fotos que toma a unos policías que lo asaltaron una noche, mientras dormía en un hotel junto a varios colaboradores, y que cuelga directamente en Twitter, fue retuiteada hasta el infinito por todos sus seguidores.