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¿Extrema y dura?





No voy a entrar en analizar el porqué del origen del nombre de esta bella región, frontera al sur con Andalucía, al este y al norte con las dos Castillas y al oeste con Portugal, mucho mejor que cada uno indague por las redes y enciclopedias polvorientas que aún subsisten en casa. Pero no me negaran, que a poco que analizamos el sentido literal del término resulta injusto, aunque sonoro y bello fonéticamente lo es un rato. De lo único que puedo dar fe es que cada vez que he pasado por esta tierra, todos mis sentidos se han deleitado, nada de extremos, nada de duras pruebas.

Son varias las veces que he estado por allí, recuerdo especialmente unas divertidas navidades con los amigos recorriendo la Comarca de la Vera, hace ya años; o las escapadas a Cáceres que llevo dos veranos seguidos haciendo, sobre todo esta última que vengo a contaros por lo especial e iniciática que ha sido.




Cáceres es una ciudad de cuento, llena de torres con balcones en los que parece que en cualquier momento puede aparecer una princesa dispuesta a ser rescatada. Su monumentalidad lejos de ser pretenciosa, es amable y acogedora. 



Encantador pasearse por su casco antiguo, sus calles empinadas y que la vista se lleve la sorpresa de encontrarse con un puñado de palacios y casas nobles a la vuelta de cualquier esquina, pertenecientes a aquellas familias de rancio abolengo que un día tuvieron el poder de la ciudad; sus suelos empedrados; su plazas sin ningún tipo de contaminación visual... Por eso el tiempo parece haberse detenido en estos rincones.




Tierra de cigüeñas, de buena gastronomía y de arte. El año pasado os conté en este enlace mi paso por el impresionante Museo Vostell y el entorno de los Barruecos de Malpartidael pueblo con más censo de cigüeñas de toda Europa. He vuelto, tenía que volver a sentarme en esas sillas mágicas, aunque solo sea por el deleite de pensar que algún día los sueños se cumplirán... sobre todo en  aquella que dota de  fortuna a todo el que se pose en ella unos minutos, que sinceramente,  es de lo que ando más corta con tanto recorte...




Ha sido un magnífico e intenso fin de semana, muy completo, empezando por pasar el día de mi cumpleaños viendo la obra clásica "Electra" en el Festival Internacional de Teatro de Mérida. Una experiencia realmente fascinante, estar sentada allí en ese Teatro Romano, donde hace más de dos mil años ya se sentaban espectadores vestidos con togas y túnicas. Este pasado glorioso allí presente, la fantástica iluminación, la atmósfera, la escenificación de la obra, la buena interpretación de los actores, ovación para la gran Julieta Serrano, todo en conjunto hacía de aquello una orgía de los sentidos. 




Luego vendrían más descubrimientos, como la magnífica colección de arte contemporáneo que la Fundación Helga de Alvear de Cáceres posee. Dato curioso es que de nuevo el amor atrajera a estas tierras, como pasó con Vostell, a esta alemana coleccionista de arte. No había visto una colección tan completa de obras de nuestro país, se la recomiendo a todo amante del arte español desde mediados del siglo XX en adelante. Artistas del grupo de Cuenca y de El Paso y mención especial a la sala dedicada al fallecido escultor Juan Muñoz, al que se ha llamado en muchas ocasiones "el poeta del espacio".



Escultura de Juan Muñoz 
Imagen cedida por Hollycocina

Y no puedo cerrar este post sin recomendaros un lugar estupendo para comer en la ciudad, con una cocina de mercado muy buena. Se trata de la Vinoteca Oquendo, hermana pequeña del restaurante del mismo nombre situado justo enfrente. Platos por tapas o raciones, con buenas carnes, pescados y productos de la huerta. Las cocochas al pil pil que tomamos estaban riquísimas, así como los demás platos de pescado, unos tacos de merluza frita con pimientos y un marinado de bacalao con verduras. Además de tener el plus de una estupenda selección de caldos extremeños por copas, algunos de ellos muy buenos aunque poco conocidos. Un descubrimiento a mencionar, dedicado a todos aquellos amiguetes amantes del jugo de Baco,  la Bodega Habla y sus excelentes vinos.




No sé si el destino me regalará otra ocasión de pasar por esta tierra, extrema sí, pero en sentidos, aunque si el sillón de la fortuna hace su correspondiente efecto, prometo vuelta a bombo y platillo.


 
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